Cómo informar con rigor al público en materia de cambio climático: 1. Wording (1)
‘Systems thinking’
Como sabemos, el sistema climático de la Tierra es un sistema formado por distintos componentes con su propia dinámica, y que interactúan entre si. Desde la ingeniería se ha desarrollado una disciplina que, partiendo de la ‘automática’, consigue determinar las leyes matemáticas del comportamiento del conjunto a partir de las del comportamiento individual y de sus interrelaciones.
Hacer esto con el planeta no es cosa fácil, pues acaba siendo algo similar a la ingeniería inversa, con fuertes dudas acerca de quién fuera el ingeniero directo[1]. Sin embargo, sólo con el tipo de análisis matemático que permite la aplicación de la ‘teoría general de sistemas’ es posible determinar los estados estables del sistema climático, sus condiciones de estabilidad, su robustez y, entonces, intentar controlarlo.
En otra entrada analizaremos los motivos por lo cuales, de forma muy sorprendente, la ciencia del cambio climático apenas ha hecho uso de este método ‘de arriba a abajo’ y, en cambio, se devana los sesos con un nivel de detalle que no es ocioso pero, para lo fundamental, no sería necesario.
Lo que aquí importa es cómo traducimos este ‘systems thinking’ y qué implicaciones tiene eso. ‘Pensar en términos de sistema’, o ‘en clave de’, parecen las únicas dos opciones válidas. Una expresión inglesa alternativa es ‘systemantics’, pero no ha triunfado.
Por systems thinking entendemos que, dado un sistema donde conocemos el comportamiento de cada componente y su interacción, sabemos diferenciar entre flujos y acumulaciones, sabemos qué es un lazo de retroalimentación positiva, negativa y qué función cumplen, entendemos un comportamiento exponencial y sabemos que entre la presencia de una perturbación que actúa sobre el sistema y la respuesta de este sistema a un eventual estado estable distinto transcurre cierto tiempo, denominado tiempo de retardo (time lag), durante el cual el sistema se comporta en ‘régimen transitorio’ antes de alcanzar el ‘estado estacionario’. Es decir, o volver a detenerse en el estado de equilibrio original o alcanzar un nuevo estado de equilibrio. ‘Systems thinking’ no supone un ejercicio matemático cuantitativo, sino una comprensión del funcionamiento cualitativo del conjunto[2].
La teoría general de sistemas se inició con James Watt en un proyecto de ingeniería (un invento, el regulador de vapor) realizado en el siglo XVIII, fue adoptada por Ludwig von Bertalanffy para la biología a mitad del siglo XX y James Forrester, del Massachusetts Institute of Technology, la aplicó a los sistemas socio-económicos a principios de 1970s por encargo del Club de Roma, dando lugar al famoso informe ‘Los Límites del Crecimiento’ (14), cuyas predicciones tipo ‘business as usual’ se han cumplido de forma consistente (15). Este informe, que advertía de algo tan obvio como que los recursos de la Tierra son finitos y por tanto el crecimiento tiene límites, fue objeto de toda suerte de ataques mediáticos y no tan mediáticos, adecuadamente promovidos por PR estándar y otras organizaciones colaboradoras. Fue acusado de marxismo encubierto. Afortunadamente para esos entusiastas que intentaron –ingenuamente– llevar la teoría de sistemas a la enseñanza general básica (K-12), el macarthismo, que veía comunistas infiltrados por todas partes, no les alcanzó.
¿Por qué este rechazo a emplear la teoría general de sistemas que, al fin y al cabo, son matemáticas puras? Hay una explicación plausible, y que si tiene que ver con el macarthismo.
Como sabemos, Karl Popper, como yo y seguramente como usted, era un amigo de las sociedades abiertas, y denunciaba abiertamente a sus enemigos (16). Para entonces, alrededor de la 2ª guerra mundial, las sociedades no abiertas contemporáneas estaban representadas por el fascismo y el comunismo. Cuando centró su atención en el marxismo advirtió que sus seguidores atribuían el carácter de científicas a sus tesis. Lo mismo ocurría con Freud y con Adler, cuyas reflexiones tampoco eran del agrado de Popper (17).
Sin entrar en averiguar si el calificativo de ‘científico’ es o no de correcta aplicación a los análisis y soluciones que estos señores propusieron, lo cierto es que Popper no consiguió desmentir formalmente esa consideración, por lo que volvió sus iras contra la mismísima ciencia. Creyendo (erróneamente) que Einstein había establecido predicciones ‘falsables’, postuló nada menos que ‘La irrefutabilidad no es una virtud de una teoría, como la gente cree, sino un vicio… La cualidad que otorga la consideración de ‘científica’ a una teoría es su falsabilidad’ (18).
Esto es algo que racionalmente no se sostiene[3] entre otras cosas porque esta misma afirmación no es falsable. Ni tan sólo sus seguidores aceptaron esta parte de su filosofía (19). Pero le valió para saltar a la fama, confundir a medio mundo, incluso a los propios científicos, y ofrecer árnica a los manipuladores de opinión. Hasta hoy, donde esto se enseña los primeros cursos de todas las carreras de ‘letras’ sin crítica razonada (20).
Así comenzó la pérdida de autoridad de la ciencia, cosa que le vino muy bien al poder establecido, cualquiera que éste fuese, y del que han echado mano los negacionistas del cambio climático de forma tan generosa como hábil.
Por cierto: las teorías de Marx tal vez no sean propiamente científicas, pero contienen elementos importantes de la dinámica de sistemas aplicada a los procesos sociales (21).
Sistemas de control y lógica borrosa
El sistema climático de la Tierra, en tanto que sistema es, en principio, ‘controlable’[4]. La teoría de sistemas es hermana de la teoría de control. La teoría de control nos puede informar de las condiciones de estabilidad del sistema climático, sus márgenes de estabilidad y qué debemos hacer para que la temperatura no supere determinado umbral considerado crítico (22). Qué debemos hacer significa, bien entendido, qué margen de actuación tenemos y, por tanto, donde están los límites. Para muchos, límites a la libertad.
Este argumento no soporta la más mínima crítica, siempre que a alguien le importen las críticas. Cabe preguntarse si estos ideólogos entienden también que la ley de la gravedad es a su vez una restricción a la libertad, dada su irremediable consecuencia poco libertaria de mantenernos a todos pegados al suelo, y de hacernos daño sólo por caernos, dictadura donde las haya. La ciencia nos descubre las reglas del mundo físico y, por tanto, impone límites, nos gusten o no. Y no por ignorarlos dejan de existir.
Ocurre que, en este contexto, cuando oyen lo de ‘control’, se les encienden todas las alarmas. ¡La prueba del algodón! ¿Lo ven? ¡Quieren controlarnos! Luego no se confunda. Cuando oiga las expresiones ‘control systems’ o ‘control theory’ verifique si se refieren a la teoría del control o al control social.
Otra expresión que ha sido aprovechada por los negacionistas es la de ‘lógica borrosa’, o ‘lógica difusa’ como si eso significara que es menos lógica. Se trata de una técnica de inferencia heurística (23). Tampoco se deje confundir. Su expresión inglesa es ‘fuzzy logic’. No tengo la referencia a mano, pero recuerdo haber sabido de un escéptico que se había decantado a calificar de tonterías al cambio climático en particular y a los ecologistas en general cuando supo que la ciencia en que se basa emplea la ‘lógica borrosa’ en algunos puntos, como si eso fuera algo esotérico.
Los saltos mortales dialécticos son una de las muchas especialidades de los negacionistas.
PR, spin, talking points y cinismo permanente
Aunque habitualmente se considera que estas siglas significan ‘Public Relations’ (relaciones públicas), en realidad son las dos primeras letras de la palabra ‘propaganda’. De hecho, es de propaganda de donde procede, pues uno de los primeros éxitos de la propaganda (perdón, relaciones públicas) fue eliminar este término, que adquirió una connotación negativa a partir de la 2ª guerra mundial, por ‘relaciones públicas’ (24). Quien entienda el inglés disfrutará con el video de la referencia.
El refinamiento a lo largo de todo el siglo XX ha llegado a que hace pocas semanas un programa radiofónico presentaba a dos personajes no ya como propagandistas ni relaciones públicas, sino como ‘comunicadores políticos’. La locutora, de tendencia izquierdista, parecía encantada de tener ahí a personas entrenadas para colarnos retóricamente lo que no es posible colar por la vía de la razón objetiva, quizás porque, desgraciadamente, el primer refugio de los periodistas en paro es el de trabajar para estas agencias (25).
Las agencias de PR, que aquí suelen adoptar el más digerible título de ‘agencias de comunicación’, no se limitan a unos tipos simpáticos que atienden a la prensa y a los clientes de sus clientes y que tienen respuesta para todo, sino que son, de hecho, los auténticos brazos ejecutores de las estrategias diseñadas entre ellas y los clientes para los que trabajan, con la eventual ayuda de consultorías especializadas o think tanks. Efectúan el trabajo que no es la especialidad del cliente, a menudo mienten por ellos y se vanaglorian de ello, como lo hace impúdicamente Klaus Kochs (26), y también demasiado a menudo efectúan el trabajo sucio. Desde organizar astroturfs, rebentar manifestaciones, dividir a huelguistas, confundir a los medios, agasajar a periodistas, fabricar incidentes ‘espontáneamente’, contraprogramar, desinformar, montar asociaciones, centros de estudios o fundaciones con nombres bien limpios que sugieren lo contrario de lo que van a hacer realmente, montar controversias artificiales y muchas otras actividades menos visibles, algunas de ellas nada confesables (27, 28), se complementan con la aparentemente inocua contratación de páginas de publicidad, cuñas radiofónicas o spots de televisión.
Yo le contrato esta campaña y, siempre en el grandísimo respeto que yo tengo a la independencia periodística y a su autonomía, como no podría ser de otra manera, estaría encantado si me publicara esto o que no hablara de aquello. Si algo de esto o de no aquello no se cumple a plena satisfacción, el representante del anunciante no llamará primero a la redacción, sino al departamento comercial. Éste, ojos inyectados en el líquido de la comisión, no llamará, sino que irá personalmente y a toda prisa al departamento de redacción. Suplicará que hagan algo. Que si no no llegará a los objetivos, donde le espera una significativa prima.
El compañerismo, más la obligación mínima del jefe de redacción de llamar al ofendido a ver por dónde respira, ya han conseguido un primer efecto presurizador. Pero si la dignidad de la redacción no acaba de satisfacer del todo al interesado, pasado cierto tiempo se recibe un fax con la anulación de aquella magnífica campaña de publicidad, sin más explicaciones. Al director comercial le tranquilizan: ‘son cosas de la central’[5]. Pero al mes siguiente ve esos anuncios en la competencia y, unas páginas más allá, que no se note el cuidado, una información redaccional del anunciante con gran notoriedad tipográfica, cuando no una entrevista con el director general. La necesaria confianza entre los fabricantes de un producto informativo y quienes lo comercializan sufre una quiebra: segundo efecto. Tercer efecto: no vuelve a ocurrir.
Estos mecanismos los muestran las agencias de PR a sus clientes, sin el más mínimo rubor y con gran aparato hilarante. Tan fantástico les parece a los que lo descubren, que lo adoptan inmediatamente. Al cabo, el cinismo se instala de una forma tan permanente dentro de los medios que se convierte en normalidad, normalidad asumida forzosamente por cualquier advenedizo necesitado de pagar una hipoteca. Porque quien no quiere sucumbir, sucumbe él. Quien se resiste a este ‘sentido común’ (29), es expulsado del sistema. Y como no tiene otro, puede llegar a perderse. Cuidado porque puede ser peor: ser objeto de la táctica denominada SLAPP (27).
A esta actividad de los propagandistas (perdón, relacionistas publicistas) se la conoce en inglés por ‘spin’, sus acciones por ‘spinning’ y al figura de mayor imaginación ‘spin doctor’. Es una expresión fina, de la que no se conoce traducción[6]. Ellos hablan en ‘talking points’, o sea, en argumentario. Los buenos, los de verdad, no se salen nunca de él, por muy cargados de alcohol que simulen acompañar a los periodistas en sus noches de juerga. Son los reyes del ‘greenwashing’, y también del inversionismo, a saber, acusar a los demás de sus propias faltas, mejor si es antes de que lo haga el contrario. Así, el ‘y tú más’ parecerá que lo hagan los otros.
No todo el mundo es Lluís Bassat. No es justo meter en este saco a todas las agencias, pero si a la inmensa mayoría. Muchas inician su actividad de buena fe, aprecian honestamente la investigación social y los hábitos de consumo, e incluso intentan llevar a sus clientes a prácticas internas y externas más responsables. La realidad económica se acaba imponiendo, y al final hacen lo que Paul Gilding, un australiano que fuera director europeo de Greenpeace (30): ‘yo hago lo que me dicen mis clientes que haga’. Entonces, y sólo entonces, esa empresa está madura para ser deglutida por una multinacional de la comunicación, hacer ricos a los fundadores que han adoptado el ‘sentido común’ de cómo son las cosas, y seducirles con el acompañamiento de una promesa de mejora y desarrollo profesional, que nosotros tenemos mucha más experiencia que tú y verás lo que aprendes. Lo que te enseñaremos no está en los libros.
Entretanto, a otear de nuevo el horizonte de los idealistas recién llegados, con todos los medios necesarios. A ver cuál es el próximo realista sentidocomunista a absorber.
Son la diplomacia del sector privado. Pero les dejamos libres de cualquier atisbo de control democrático. Para que puedan hacer con nosotros lo que ellos quieran.
Examinar referencias
Cómo informar con rigor en materia de cambio climático: 1. Wording (3)
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Notas
[1] ¿Quién fue el ingeniero directo? Tal vez esto explique el negacionismo recalcitrante de muchas organizaciones religiosas…
[2] Ver otras entradas actuales y futuras para comprender estos conceptos
[3] Según este razonamiento, no es científico asegurar que la tierra tiene (aproximadamente) la forma de una esfera, porque se trata de una aseveración no falsable
[4] En rigor, no todos los sistemas son ‘matemáticamente’ controlables. Pero nos vale como imagen, pues el sistema climático de la Tierra, en principio, si lo es
[5] Entre medios y anunciantes existe un compromiso tácito según el cual la anulación de una campaña nunca devenga daños y perjuicios
[6] Las que se me ocurren no son publicables